“Mi hijo no come”

“Mi hijo no come”

Algunos de los motivos de consulta muy frecuente en el consultorio pediátrico, son las dificultades que surgen a la hora de la comida. Se estima que este trastorno se presenta hasta en un 25% de los pre-escolares y es una causa de preocupación y angustia para la familia. En general, los padres consultan preocupados porque los niños comen poco, sólo algunos alimentos (poca variedad), se niegan  a probar nuevos sabores, o presentan  desinterés total a la hora de comer.

Tener malos hábitos alimentarios no siempre se traduce en un peso alterado, la mayoría de estos niños presenta peso dentro de parámetros normales y sólo en algunos de ellos se observa sobrepeso.

Las consecuencias de la nutrición inadecuada en la infancia pueden ser serias. No lograr una nutrición completa y balanceada durante largos períodos puede causar deficiencias nutricionales de macro y micronutrientes, condicionando el desarrollo y  crecimiento óptimos, lo que puede traer alteraciones fisiológicas y psicológicas a corto y mediano plazo (déficit en el desarrollo cognitivo y  emocional, compromiso de la función inmune con mayor riego a infecciones, entre otras).

¿Cuáles son las causas del problema?

Los profesionales definimos a estos niños como “mal comedores”, y las causas de este tipo de comportamiento son múltiples.

El niño mal comedor presenta una alteración de la alimentación que podría definirse como la incapacidad o el rechazo a comer determinados alimentos, adoptando actitudes y hábitos alimentarios inadecuados.

En primer lugar deberíamos definir si se trata realmente un niño que come mal, o es la percepción de sus padres, tratándose de un problema  transitorio, relacionado con su etapa madurativa. El diagnóstico del niño mal comedor se basará en la historia clínica (si hubo lactancia materna o  fórmula, introducción de alimentación complementaria, qué come actualmente, si existen otras alteraciones fuera de la alimentación), la observación de la conducta (cómo, con quién y en qué momentos come), el examen  físico (incluyendo valoración de peso, talla y estado nutricional)  y los exámenes complementarios, que  se realizarán  sólo cuando exista una marcada evidencia de trastorno orgánico.

Si se descartan las causas orgánicas que alteran el apetito (enfermedades crónicas, alergias alimentarias, reflujo, trastornos en la deglución), podemos observar en los niños mal comedores algunas de estas características:

·         Comen poca variedad y cantidad de alimentos. Porciones pequeñas del mismo tipo de alimentos.

·         Son extremadamente selectivos con el tipo de alimento. Rechazan probar alimentos nuevos. Algunos grupos de alimentos suelen ser rechazados (como por ejemplo verduras y frutas), otros como los lácteos o pastas son los únicos aceptados.

·         Comen con excesiva lentitud y muchas interrupciones. Presentan una conducta inquieta y a veces extravagante o fuera de lo normal durante la comida.

·         Muestran desinterés en general por la comida.

·         Pueden presentar extremada sensibilidad a la comida, (rechazo de algunos colores, olores fuertes, sabores, texturas)

·         A veces se observan características en los padres o personas que alimentan al niño, como control en exceso, sin dejar que se alimenten solos así como preocupación si se ensucian al comer y mala percepción de hambre-saciedad. Es importante remarcar que en la infancia la alimentación, como muchos otros hábitos, a veces refleja conductas que adopta toda la familia, y no sólo el niño.

Una vez identificado el problema, tanto los padres como los profesionales de la salud, trabajaremos para lograr un buen resultado, sabiendo que es un proceso que llevará tiempo y paciencia.

La primera recomendación es adaptar la alimentación  a las características y circunstancias de cada niño. Cada familia es diferente, y aunque no existen reglas iguales para todos, se pueden recomendar algunos principios a la hora de comer:

1. Mantener límites adecuados
a) Los  padres  deciden  dónde, cuándo y qué come el niño. Los pediatras recomendamos que, en lo posible, sea en la mesa familiar y la dieta que consume toda la familia.
b) El niño decide cuánto  come en función de su apetito.

2. Evitar distracciones
a) Alimentar al niño en un lugar libre de ruido y de distracción.
b) La silla debe estar en la mesa y el niño debe ser alentado a permanecer allí durante el tiempo que dure la comida, que no debería extenderse más de 20 minutos.

3. Estimular el apetito
a) Dejar intervalos de 3  horas entre las comidas.
b) Evitar “picoteo” de alimentos entre comidas, jugos o leche y ofrecer sólo agua para la sed.
c) Intentar que la frecuencia de las comidas coincida con las  de la familia (desayuno, almuerzo, merienda y cena).

4. Mantener una actitud neutral
a) No se debería festejar o animar demasiado (ni premios, cuchara que es un avión que va hacia la boca) y tampoco mostrar enojo ante la negativa a alimentarse.

5. Servir  los alimentos apropiados para su edad
a) Ofrecer los alimentos acordes al desarrollo del niño para que pueda masticar, saborear y también manipular y alimentarse él mismo.
b) Servir en el plato porciones razonables a la edad (por ejemplo, el tamaño del puño del niño).

6. Introducir los nuevos alimentos sistemáticamente
a) Respetar la tendencia del niño a la “neofobia”  (miedo o rechazo a los alimentos nuevos) y ofrecer un alimento nuevo por vez, repitiendo de 10 a 15 veces antes de decir que definitivamente lo rechaza.
b) No usar la comida como recompensa por buena conducta (postres, golosinas).
c) No ofrecer alternativas si no le gusta la comida que se ha preparado.

7. Fomentar la alimentación independiente
a) El niño debe tener su propia cuchara.

8. Tolerar los problemas propios de la edad
a) Usar un babero con un canal para los alimentos que caen o una hoja de diario debajo de la silla para los alimentos que puedan caer.
b) No molestar al niño limpiándole la boca con una servilleta después de cada bocado.

El objetivo del tratamiento sería  mantener un adecuado estado nutricional, pero fundamentalmente la reeducación alimentaria,  para que el hábito pueda mantenerse a lo largo del tiempo.

Durante este período de reeducación, puede pasar que el niño esté  algunos días sin comer “nada”, entonces podría ser necesario utilizar un suplemento nutricional. De esta forma, se aseguran los aportes de nutrientes esenciales  mientras se está educando en la alimentación adecuada, siempre bajo el seguimiento con su pediatra o nutricionista.

Si bien las causas del comportamiento mal comedor son muchas, en la mayoría de los casos se trata de una etapa normal en el crecimiento y desarrollo del niño. Los malos hábitos pueden ser  transitorios en su proceso de crecimiento, como primer paso en el aprendizaje para elegir sus propios alimentos y  definir sus gustos.

Si la conducta se prolonga en el tiempo, puede traer como complicaciones carencias nutricionales que afecten su salud. Los padres junto con los profesionales, al detectar el problema oportunamente lograrán un resultado favorable.